One of my mentors in ecumenism, PC(USA) Stated Clerk Emeritus Clifton Kirkpatrick, often commented, “To be Reformed is to be ecumenical.” We as Presbyterians in the Reformed theological traditions have always understood the living out of our Christian faith in community. This is done in corporate worship, Bible study groups, mission service, and in every part of our decision-making polity; all of us can attest to the plethora of councils, boards, committees, task forces, and ad hoc groups. We also engage the faith by being connected to the voices and lives of God’s people in every time and in every place — the communion of saints. That is why we carefully study theology, the histories of Christianity in diverse contexts, and have The Book of Confessions, which comprises 12 expressions of faith spanning centuries. We believe that no one person, no one group of Christians, and no one church has the whole truth of God. But together, as we grapple with God and with one another, through prayer, discussion/debate and study, we can discern the will and mind of Jesus Christ in the unity and fellowship of the Holy Spirit, and in doing so, engage in common action and shared witness with siblings in the faith, and even beyond the Christian household, to the wider human community.
In a world that is tragically polarized and dreadfully imperiled by war, violence, climate change, racism, misogyny, poverty, economic inequalities and the endemic of COVID-19 – just to name a few – it becomes more urgent for us as the people of God who confess “Jesus is Lord” to be in fellowship with one another; the world’s hurt and brokenness are ours. That is why the Presbyterian Church (U.S.A.) has maintained and strengthened its commitment as a founding member church in the World Council of Churches (WCC) since its founding in 1948. The WCC is the largest fellowship of Christians in the world consisting of 352 churches in over 120 countries comprising well over 500 million Christians from Protestant, Pentecostal, and Orthodox (Eastern and Oriental) traditions, with close relationships with the Roman Catholic Church. The Roman Catholic Church through its Dicastery on Promoting Christian Unity is a full member of the WCC’s Faith and Order Commission and its Commission on World Mission and Evangelism.
The WCC’s general secretariat is based in Geneva, Switzerland, with an office at the United Nations in New York City and an office of accompaniment in Jerusalem with partners in Israel/Palestine. The WCC’s highest governing body is the Assembly, which meets every eight years. In between Assemblies, the WCC is governed by a 150-member Central Committee elected among Assembly delegates. As the Central Committee meets about every two years in that eight-year period, the Central Committee elects from among its members a 25-member Executive Committee, which meets at least twice a year, to carry out fiduciary responsibilities.
The WCC has been a forum for theological engagement and debate, and it is a common witness to the world. For instance, the WCC was one of the first global organizations to spotlight the apartheid regime in South Africa when the WCC’s Central Committee established the Programme to Combat Racism in 1968. The WCC has various instrumentalities such as its Standing Commission on Faith and Order, the Commission of the Churches on International Affairs, the Joint Working Group Between the WCC and the Roman Catholic Church. Its partner organization, the ACT Alliance, provides relief and development support in disaster-affected regions, similar to our denomination’s Presbyterian Disaster Assistance.
The recent 11th Assembly was held in Karlsruhe, Germany, from Oct. 31-Sept. 9 gathered more than 4,000 participants under the banner theme “Christ’s love moves the world to reconciliation and unity.” In such a divided world we inhabit, it is incumbent upon us all to join our lives, hearts, and prayers with fellow siblings in the faith and in our shared humanity for a more just world, to work towards healing, peace, and reconciliation.
We in the Presbyterian Church (U.S.A.) can’t go it alone; neither can siblings in the Philippines, in Syria, in Malawi, in Sweden, in Cuba, in Brazil, in West Papua, in India. The hundreds of young stewards and youth delegates gave voice to the hopes of their generation — my sons’ generation — that the time to act was yesterday, and all of us together must listen to the call of the Spirit of Christ to participate in God’s mission in the world. The World Council of Churches, and the Presbyterian Church (U.S.A.)’s part in it, is one major way in which we answer God’s call.
¿Qué es el Consejo Mundial de Iglesias y por qué es importante?
Neal D. Presa, presbítero docente del Presbiterio de San Diego y delegado de la Iglesia Presbiteriana (EE.UU.) en la 11ª Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias, comparte sus ideas.
Uno de mis mentores en materia de ecumenismo, el secretario permanente emérito del PC (USA) Clifton Kirkpatrick, solía comentar: “Ser reformado es ser ecuménico.” Nosotros, como presbiterianos de las tradiciones teológicas reformadas, siempre hemos entendido la vivencia de nuestra fe cristiana en comunidad. Esto se hace en el culto comunitario, en los grupos de estudio bíblicos, en el servicio misionero y en cada parte de nuestra política de toma de decisiones; todos nosotros podemos dar fe de la abundancia de consejos, juntas, comités, grupos de trabajo y grupos ad hoc. También nos comprometemos con la fe al estar conectados con las voces y las vidas del pueblo de Dios en todo momento y en todo lugar; la comunión de los santos. Por eso estudiamos cuidadosamente la teología, las historias del cristianismo en diversos contextos, y tenemos el Libro de Confesiones que comprende 12 expresiones de fe que abarcan siglos. Creemos que ninguna persona, ningún grupo de cristianos y ninguna iglesia tiene toda la verdad de Dios. Pero juntos, mientras tratamos con Dios y con los demás a través de la oración, la discusión, el debate y el estudio, podemos discernir la voluntad y la mente de Jesucristo en la unidad y la comunión del Espíritu Santo y al hacerlo, involucrarnos en la acción común y el testimonio compartido con los hermanos en la fe, e incluso más allá de la comunidad cristiana, a la comunidad humana más amplia.
En un mundo trágicamente polarizado y terriblemente amenazado por la guerra, la violencia, el cambio climático, el racismo, la misoginia, la pobreza, las desigualdades económicas y la pandemia del COVID-19 -por nombrar sólo algunos, se hace más urgente para nosotros, como pueblo de Dios que confiesa que “Jesús es el Señor,” estar en comunión unos con otros; el dolor y el quebranto del mundo son los nuestros. Por ello, la Iglesia Presbiteriana (EE.UU.) ha mantenido y reforzado su compromiso como iglesia miembro fundador del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) desde su fundación en 1948. El CMI es la mayor comunidad de cristianos del mundo, formada por 352 iglesias en más de 120 países, que agrupan a más de 500 millones de cristianos de las tradiciones protestante, pentecostal y ortodoxa (oriental), con estrechas relaciones con la Iglesia Católica Romana. La Iglesia Católica Romana, a través de su Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los cristianos, es miembro de pleno derecho de la Comisión de Fe y Orden del CMI y de su Comisión de Misión Mundial y Evangelización.
La secretaría general del CMI tiene su sede en Ginebra, Suiza, con una oficina en las Naciones Unidas en Nueva York y una oficina de acompañamiento en Jerusalén con socios en Israel y Palestina. El máximo órgano de gobierno del CMI es la Asamblea, que se reúne cada ocho años. Entre las Asambleas, el CMI es gobernado por un comité central de 150 miembros elegidos entre los delegados de la Asamblea. Como el Comité Central se reúne aproximadamente cada dos años en ese período de ocho años, el Comité Central elige entre sus miembros un Comité Ejecutivo de 25 miembros, que se reúne al menos dos veces al año, para desempeñar las responsabilidades fiduciarias.
El CMI ha sido un foro de compromiso y debate teológico y es un testimonio común para el mundo. Por ejemplo, el CMI fue una de las primeras organizaciones mundiales en señalar el régimen del apartheid en Sudáfrica cuando el Comité Central del CMI estableció el Programa de Lucha contra el Racismo en 1968. El CMI cuenta con varios instrumentos, como su Comisión Permanente de Fe y Orden, la Comisión de las Iglesias para Asuntos Internacionales y el Grupo de Trabajo Conjunto entre el CMI y la Iglesia Católica Romana. Su organización asociada, la Alianza ACT, proporciona ayuda y apoyo al desarrollo en regiones afectadas por desastres, de forma similar a la Asistencia Presbiteriana para Desastres de nuestra denominación.
La reciente XI Asamblea, celebrada en Karlsruhe (Alemania) del 31 de octubre al 9 de septiembre, reunió a más de 4.000 participantes bajo el lema “El amor de Cristo mueve al mundo hacia la reconciliación y la unidad.” En un mundo tan dividido como el que habitamos, nos corresponde a todos unir nuestras vidas, los corazones y oraciones con nuestros hermanos en la fe y en nuestra humanidad compartida por un mundo más justo, para trabajar por la sanación, la paz y la reconciliación.
Nosotros, en la Iglesia Presbiteriana (EE.UU.), no podemos hacerlo solos; tampoco pueden hacerlo los hermanos en Filipinas, Siria, Malawi, Suecia, Cuba, Brasil, Papúa Occidental y en la India. Los cientos de jóvenes auxiliares y delegados de la juventud dieron voz a las esperanzas de su generación la de mis hijos de que el momento de actuar era ayer, y todos juntos debemos escuchar el llamado del Espíritu de Cristo para participar en la misión de Dios en el mundo. El Consejo Mundial de Iglesias, y el papel de la Iglesia Presbiteriana (EE.UU.) en él, es una de las principales formas de responder a este llamamiento de Dios.
El Rev. Dr. Neal D. Presa, es un presbítero docente del Presbiterio de San Diego, fue delegado de la Iglesia Presbiteriana (EE.UU.) en la 11ª Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias, donde formó parte del Comité de Finanzas de la Asamblea. Fue elegido por la Asamblea para el Comité Central del CMI, que posteriormente lo eligió para el Comité Ejecutivo como moderador del Comité de Política Financiera. Reside en Carlsbad (California), es miembro de la facultad administrativa del Seminario Teológico de New Brunswick y fue moderador de la 220ª Asamblea General (2012) del PC(USA).
Traducción por el Presbítero Ricardo Corzo Moreno miembro at large del Presbiterio de San Gabriel.